lunes, 11 de octubre de 2010

Mis tres huevitos (Reflexión sobre la creación de un blog)

No recuerdo exactamente el año en que me tocó -por que me tocó- hacerlo por primera vez. 2004, creo. Pero la fecha es irrelevante. Cursaba, si mal no recuerdo, cuarto semestre del pregrado de periodismo y las exigencias académicas de entonces me obligaron a debutar con más pena que gloria en la dimensión para mí desconocida de las nuevas tecnologías. Entonces perdí la virginidad neotecnológica. O la neotecnología perdió la suya conmigo. No estoy muy seguro de quién perdió qué. El caso es que por esos días de antaño comenzó algo entre la cosa virtual y yo que hoy no me atrevería a llamar idilio.

Me gustaría que este escrito hablara de sexo virtual o de alguna vaina que revista un poco más de interés –o morbo- para quien se anime a leerlo, pero no. Las siguientes líneas están dedicadas a relatar mi experiencia como blogger. Aunque antes de escribir cualquier cosa me veo obligado a hacer una confesión inicial: no soy bloggero, lo que significa que no tengo experiencia como tal, lo que a su vez significa que el objetivo de este escrito se fue al traste.

Ser o no ser, esa es la cuestión.

Voy a entrar en materia. Producto de la relación entre la cosa virtual y yo han visto la luz tres blogs. El mayor, el que nació en 2004, se llamó El fisgón morbosón. Pobre Fisgón, nació rápido y murió aun más. Lo mató el olvido. En principio el profesor de turno explicó el paso a paso, el movimiento pélvico necesario para garantizar la pro-creación de un blog. Yo creí entender. Seguí las instrucciones minuciosamente. La cosa nació y antes de reproducirse, murió. Nadie me dijo que en este caso, como en todos los que involucran la llegada de un “hijo” al mundo, se debía ejercer una paternidad responsable. Yo no tenía porqué saberlo.

Luego la vida me dio la oportunidad de resarcirme con la cosa virtual y sin muchas pretensiones, como resultado del módulo Tecnologías I, llegó mi segundo blog. La puerta de al lado se llama. Y sigue vivo, nadie lo lee, pero sigue vivo o al menos eso creo. En él juré a Dios y a la patria publicar toda la información relacionada con el tema de investigación que se supone me dará el título de especialista en gerencia de la comunicación con sistemas de información. Pero el tema inicial de investigación lo aborté y hoy ando trabajando en algo completamente diferente. No descarto la posibilidad de acudir a la puerta de al lado (como en este caso) al menos como medio de desahogo o, pese a lo irónico que pueda parecer, como salida de emergencia.

Finalmente nació Medellín en imágenes, un agradable viaje de reportería gráfica al corazón, los riñones… Las entrañas de la ciudad. Y ahí voy. Con dos sobrevivientes de tres intentos, uno fallido, tratando de entender o al menos acercarme al intríngulis de la Web 2.0. Hace seis años hubieran podido condenarme por homicidio culposo en el caso de mi primogénito. Hoy creo que el máximo pleito al que podría enfrentarme es a una demanda por inasistencia alimenticia. A eso le llamo evolución. Creo que la lección está aprendida.

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