También es probable que no reciba muchas visitas por estos lados, más allá de las de mis compañeros de clase que, motivados por formalidades curriculares, tendrán que aparecerse por acá a echar un vistazo para luego lanzar dos o tres críticas benevolentes al respecto. Así funciona la academia. Lo peor es que quizás yo tampoco lo visite después de hacer lo que tengo que hacer con él, lo obligatorio. Y este entretenido ejercicio de creación en la web tal vez no alcancé a pasar siquiera al anaquel de los recuerdos, pues nadie tendrá por qué recordarlo.
Pese a lo anterior, si por casualidad o accidente alguién llama a La puerta de al lado, encontrará, además de errores de ortografía, algo de información irrelevante sobre temas irrelevantes y, por qué no, uno que otro dato de mediana importancia.
No es más.